martes, 2 de febrero de 2016

Madre primeriza y crianza con apego y respetuosa I


Buenas tardes:

Como bien sabéis l@s que seguís mi blog, el pasado mes de septiembre fui madre por primera vez de un niño. Preparé mi mente y mi cuerpo para el nacimiento del pequeño con toda la ilusión y el amor del mundo; su cuarto (mi nido), la canastilla, la ropita, ejercicios de Kegel, masajes perineales, plan de parto, dieta equilibrada (lo más posible), ejercicio diario, clases de preparación al parto (en Loratzen, altamente recomendables)….

Según se acercaba la fecha que la matrona me dio (no la mía, que era 9 días más tarde), todo mi alrededor se empezó a inquietar; llamadas, preguntas… que hicieron que poco a poco yo me inquietara también, eso, acompañado del calor de este verano hicieron mella en mí. Deseaba ver la cara de mi pequeñín, pero también deseaba tener un parto lo más respetuoso y natural posible. Los días iban pasando y mi pequeño que llevaba posicionado boca abajo desde primeros de julio parecía no tener intención de salir, no era su momento.

Pasada una semana de la fecha prevista, tuvimos monitores y ecografía, todo estaba perfecto y mi matrona y mi ginecóloga que hasta el momento no habían dicho nada, me citaron para la semana próxima, a la espera que mi pequeño naciera antes, para volver a verme e inducirme el parto, la semana fue pasando, y llegó el jueves por la noche, al día siguiente era mi cita y me fui a la cama triste pensando que no tendría un parto como yo había deseado, afortunadamente a las tres de la mañana y 11 días después de la fecha prevista, me despertaron las contracciones, fue el dolor más agradable de toda mi vida.

 Había decidido no hacerme muchas expectativas sobre el parto, para no llevarme desilusiones si las cosas no iban saliendo como yo esperaba, pero era inevitable pensar en ello. No os voy a contar como fue el parto, solo deciros que fue bien, que se respetaron las pautas que yo pedía en mi plan de parto, hubo algún problema, pero no fue culpa de el equipo médico sino más bien de esta dichosa crisis y de los recortes en un área tan importante como es la sanidad.

 Después de 23 horas de parto pude ver la carita de mi ángel sobre mi pecho, buscando desesperadamente alimento, ¡¡¡qué sensación más indescriptible!!! Algo maravilloso, el milagro de la vida, que hasta que no lo vives en tus carnes no puedes llegar a imaginar.

Entonces comenzaron las diferencias de opiniones, lo cogieron de mi pecho  mientras disfrutábamos del piel con piel y él mamaba y yo que estaba casi exhausta por el esfuerzo, pregunté
-         - ¿Dónde lo llevan?
-        -  Lo vamos a limpiar y a bañar mientras te cosen.
-          -No, no quiero que lo bañen.

Quería que perdurara ese olor a pureza, a vida, a él. Mi marido la perseguía para estar seguro de que así lo hacían, cuando lo limpiaron se lo dieron en brazos y me morí de amor al ver a mis dos chicos juntos, mis vidas, por lo que todo tiene sentido, olvidé el dolor de las contracciones, del parto, de esa aguja y de ese hilo que entraban y salían en mi piel, una, dos, tres, cuatro, cinco… y no se cuantísimas veces más.

A todo lo que le iban a hacer me negaba, no quería perder ese maravilloso tiempo de recién recién nacido, quería seguir con el piel con piel y dejar que el comiera de mí y se saciara, quería grabar en mis retinas cada milímetro de su pequeño cuerpecito, quería olerlo, sentirlo, quererlo.


Por fin pudimos subir a la habitación y allí de nuevo lo volvieron a coger y despertar de mis brazos.
-Tenemos que ponerle la vitamina K… Huy, este niño está sin pañal esto no puede ser…

La verdad es que como repetía como una autómata a todo que no, me negué también a eso.
-En el plan de parto puse que me la pusieran a mi intramuscular, en el pecho, al mamar él la tomará.
- Dichosos planes de parto, aquí no nos ha llegado nada de eso.
- Ponme la vitamina a mí en el pecho y luego ya le ponéis el pañal.

Y a pesar de la pelea dialéctica lo conseguí, pero primero la vitamina antes que el pañal, no me fiaba nada. Mi pequeño volvió a dormirse pegado a mi piel y al momento volvieron a entrar en la habitación para llevárselo. De nuevo yo pregunté.
-¿Para qué?. Se acaba de dormir otra vez.
-Vamos a tomarle la tempertura. Habéis tenido un poco de fiebre.
-No podéis traer el termómetro aquí en vez de llevároslo.
-Ufff. (resopla)

Y yo vuelvo a insistir.
-          Ha nacido hace cuatro horas y estará muy cansadico, por favor, ¿puedes tomársela aquí? A ver si lo dejamos dormir un rato.

Al final accede y trae el termómetro a la habitación. Pero tras tomarle la temperatura intenta cogerlo y yo le digo.
-¿Y ahora qué?
-Ahora a la cuna. Contigo en la cama no puede estar, puedes dormirte y hacerle daño.
-¿Daño?
-Sí, aplastarlo o darle un  golpe…
- Ahora lo pongo, no te preocupes.

Me doy cuenta de que es mejor decirles que si y hacer luego lo que me parece mejor, yo, tenía muy claro que quería hacer colecho, así que decido que si vuelven a entrar les diré que estaba tomando pecho y se acaba de dormir, con lo cual intento no dormirme yo para que no me vuelvan a insistir y estar despierta por si vienen y… efectivamente a la hora vuelven a entrar en el cuarto, me van a ponen la torva para que haga pipí, les digo que ya he hecho y me tratan de loca.
-¿Cómo te has levantado de la cama?, te podías haber caído, anda anda, que no tenéis cuidado. Te vamos a hacer la cura, deja al niño e la cuna.
-No es necesario, aquí está bien, no quiero despertarlo.

De nuevo lo va a coger y yo le digo que no.

-No, no lo hagas, aquí conmigo está bien.
-Como sois, en cuanto nos vayamos lo pones en la cuna no te vayas a dormir.
-Vale.

            A la hora me llaman desde el cuarto al que dan todas las cunas o como ellas le llaman los nidos.
        -¿Si?
        -Pon al niño en la cuna.
        -¿Para qué?
        - Ponlo que lo vamos a bañar.
        - No quiero que lo bañéis, no está sucio.

            Oigo un fuerte bufido al otro lado.
-          -Ponlo que le tenemos que cambiar el pañal.
-         - Ya se lo cambio yo, he traído pañales.
-          -Tú no puedes, te tenemos que enseñar.
-          -Ya sé.
-          -Mira bonita, por normativa hasta que no pasan 24 horas no podéis cambiar el pañal, te tenemos que enseñar a cambiarlo y a limpiar el ombligo.
-          -Que ya sé.
-          -Que pongas al niño en la cuna.

Finalmente accedo, no tengo ganas de discutir, a partir de ahora estaré pendiente y si me vuelven a decir, diré que le acaban de cambiar hace poco. Total que aún no he pegado ojo y son las ocho de la mañana. Al rato vuelven a llamarme desde el cuarto contiguo.
       -¿Si?
        -Pon al niño en la cuna.
        -¿Para qué?
        - Lo va a ver el pediatra.
Accedo sin problemas mientras miro por el cristal como lo examinan, todo está ok. Decido dormir un poco, pero noooo, traen el desayuno, luego la de la limpieza, luego otra vez el termómetro, luego ya, no tengo ni sueño. Visitas de la familia, todos muy contentos de ver al pequeño y yo de mostrarlo, pero sigo sin dormir, ya no sé si tengo sueño o qué.

A media tarde el pequeño se hace cacas, el conocido meconio, así que como tengo pañales lo cambio yo misma, me dedico a la infancia, se hacerlo de sobras, cuando estoy en ello me pillas, Upss, se enfadan y me dicen que no puedo hacerlo, no lo entiendo, es mi hijo y no me dejan ni cambiarle.

Llega la noche y casi casi lo mismo de la anterior, estoy hasta el moño del hospital, llevo ni sé cuántas horas sin dormir, así que mi marido y yo decidimos pedir el alta voluntaria e irnos por fina nuestra casa con nuestro pequeño, no les parece muy bien porque es domingo y queda la prueba del talón por hacer, pero como todo está bien acceden y nos dan el alta, volveremos el martes a hacer la prueba.

Al llegar a casa disfrutamos de nuestro pequeño, descansamos, hicimos colecho, cambiamos pañales y dejamos de pelear constantemente por nuestros derechos.

En fin, he vuelto a ponerme nerviosa de solo recordarlo, visto aquí todo junto me ha parecido como dice Sabina “Qué demasiado”.


Hasta la próxima entrada!!!

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