Buenas
tardes:
Como
bien sabéis l@s que seguís mi blog, el pasado mes de septiembre fui madre por
primera vez de un niño. Preparé mi mente y mi cuerpo para el nacimiento del
pequeño con toda la ilusión y el amor del mundo; su cuarto (mi nido), la
canastilla, la ropita, ejercicios de Kegel, masajes perineales, plan de parto, dieta
equilibrada (lo más posible), ejercicio diario, clases de preparación al parto
(en Loratzen, altamente recomendables)….
Según
se acercaba la fecha que la matrona me dio (no la mía, que era 9 días más tarde),
todo mi alrededor se empezó a inquietar; llamadas, preguntas… que hicieron que
poco a poco yo me inquietara también, eso, acompañado del calor de este verano
hicieron mella en mí. Deseaba ver la cara de mi pequeñín, pero también deseaba
tener un parto lo más respetuoso y natural posible. Los días iban pasando y mi
pequeño que llevaba posicionado boca abajo desde primeros de julio parecía no
tener intención de salir, no era su momento.
Pasada
una semana de la fecha prevista, tuvimos monitores y ecografía, todo estaba
perfecto y mi matrona y mi ginecóloga que hasta el momento no habían dicho
nada, me citaron para la semana próxima, a la espera que mi pequeño naciera
antes, para volver a verme e inducirme el parto, la semana fue pasando, y llegó
el jueves por la noche, al día siguiente era mi cita y me fui a la cama triste
pensando que no tendría un parto como yo había deseado, afortunadamente a las
tres de la mañana y 11 días después de la fecha prevista, me despertaron las
contracciones, fue el dolor más agradable de toda mi vida.
Había decidido no hacerme muchas expectativas
sobre el parto, para no llevarme desilusiones si las cosas no iban saliendo
como yo esperaba, pero era inevitable pensar en ello. No os voy a contar como
fue el parto, solo deciros que fue bien, que se respetaron las pautas que yo
pedía en mi plan de parto, hubo algún problema, pero no fue culpa de el equipo
médico sino más bien de esta dichosa crisis y de los recortes en un área tan
importante como es la sanidad.
Después de 23 horas de parto pude ver la
carita de mi ángel sobre mi pecho, buscando desesperadamente alimento, ¡¡¡qué
sensación más indescriptible!!! Algo maravilloso, el milagro de la vida, que
hasta que no lo vives en tus carnes no puedes llegar a imaginar.
Entonces
comenzaron las diferencias de opiniones, lo cogieron de mi pecho mientras disfrutábamos del piel con piel y él
mamaba y yo que estaba casi exhausta por el esfuerzo, pregunté
- - ¿Dónde lo llevan?
- - Lo vamos a limpiar y a bañar mientras te
cosen.
- -No, no quiero que lo bañen.
Quería
que perdurara ese olor a pureza, a vida, a él. Mi marido la perseguía para
estar seguro de que así lo hacían, cuando lo limpiaron se lo dieron en brazos y
me morí de amor al ver a mis dos chicos juntos, mis vidas, por lo que todo
tiene sentido, olvidé el dolor de las contracciones, del parto, de esa aguja y
de ese hilo que entraban y salían en mi piel, una, dos, tres, cuatro, cinco… y
no se cuantísimas veces más.
A
todo lo que le iban a hacer me negaba, no quería perder ese maravilloso tiempo
de recién recién nacido, quería seguir con el piel con piel y dejar que el
comiera de mí y se saciara, quería grabar en mis retinas cada milímetro de su
pequeño cuerpecito, quería olerlo, sentirlo, quererlo.
Por
fin pudimos subir a la habitación y allí de nuevo lo volvieron a coger y despertar
de mis brazos.
-Tenemos
que ponerle la vitamina K… Huy, este niño está sin pañal esto no puede ser…
La
verdad es que como repetía como una autómata a todo que no, me negué también a
eso.
-En
el plan de parto puse que me la pusieran a mi intramuscular, en el pecho, al
mamar él la tomará.
-
Dichosos planes de parto, aquí no nos ha llegado nada de eso.
-
Ponme la vitamina a mí en el pecho y luego ya le ponéis el pañal.
Y
a pesar de la pelea dialéctica lo conseguí, pero primero la vitamina antes que
el pañal, no me fiaba nada. Mi pequeño volvió a dormirse pegado a mi piel y al
momento volvieron a entrar en la habitación para llevárselo. De nuevo yo
pregunté.
-¿Para
qué?. Se acaba de dormir otra vez.
-Vamos
a tomarle la tempertura. Habéis tenido un poco de fiebre.
-No
podéis traer el termómetro aquí en vez de llevároslo.
-Ufff.
(resopla)
Y
yo vuelvo a insistir.
-
Ha nacido hace cuatro horas y estará muy
cansadico, por favor, ¿puedes tomársela aquí? A ver si lo dejamos dormir un
rato.
Al
final accede y trae el termómetro a la habitación. Pero tras tomarle la
temperatura intenta cogerlo y yo le digo.
-¿Y
ahora qué?
-Ahora
a la cuna. Contigo en la cama no puede estar, puedes dormirte y hacerle daño.
-¿Daño?
-Sí,
aplastarlo o darle un golpe…
-
Ahora lo pongo, no te preocupes.
Me
doy cuenta de que es mejor decirles que si y hacer luego lo que me parece
mejor, yo, tenía muy claro que quería hacer colecho, así que decido que si
vuelven a entrar les diré que estaba tomando pecho y se acaba de dormir, con lo
cual intento no dormirme yo para que no me vuelvan a insistir y estar despierta
por si vienen y… efectivamente a la hora vuelven a entrar en el cuarto, me van
a ponen la torva para que haga pipí, les digo que ya he hecho y me tratan de
loca.
-¿Cómo
te has levantado de la cama?, te podías haber caído, anda anda, que no tenéis
cuidado. Te vamos a hacer la cura, deja al niño e la cuna.
-No
es necesario, aquí está bien, no quiero despertarlo.
De
nuevo lo va a coger y yo le digo que no.
-No,
no lo hagas, aquí conmigo está bien.
-Como
sois, en cuanto nos vayamos lo pones en la cuna no te vayas a dormir.
-Vale.
A la hora me llaman desde el cuarto
al que dan todas las cunas o como ellas le llaman los nidos.
-¿Si?
-Pon al niño en la cuna.
-¿Para qué?
- Ponlo que lo vamos a bañar.
- No quiero que lo bañéis, no está
sucio.
Oigo un fuerte bufido al otro lado.
- -Ponlo que le tenemos que cambiar el pañal.
- - Ya se lo cambio yo, he traído pañales.
- -Tú no puedes, te tenemos que enseñar.
- -Ya sé.
- -Mira bonita, por normativa hasta que no
pasan 24 horas no podéis cambiar el pañal, te tenemos que enseñar a cambiarlo y
a limpiar el ombligo.
- -Que ya sé.
- -Que pongas al niño en la cuna.
Finalmente
accedo, no tengo ganas de discutir, a partir de ahora estaré pendiente y si me
vuelven a decir, diré que le acaban de cambiar hace poco. Total que aún no he
pegado ojo y son las ocho de la mañana. Al rato vuelven a llamarme desde el
cuarto contiguo.
-¿Si?
-Pon al niño en la cuna.
-¿Para qué?
- Lo va a ver el pediatra.
Accedo
sin problemas mientras miro por el cristal como lo examinan, todo está ok.
Decido dormir un poco, pero noooo, traen el desayuno, luego la de la limpieza,
luego otra vez el termómetro, luego ya, no tengo ni sueño. Visitas de la
familia, todos muy contentos de ver al pequeño y yo de mostrarlo, pero sigo sin
dormir, ya no sé si tengo sueño o qué.
A
media tarde el pequeño se hace cacas, el conocido meconio, así que como tengo
pañales lo cambio yo misma, me dedico a la infancia, se hacerlo de sobras,
cuando estoy en ello me pillas, Upss, se enfadan y me dicen que no puedo
hacerlo, no lo entiendo, es mi hijo y no me dejan ni cambiarle.
Llega
la noche y casi casi lo mismo de la anterior, estoy hasta el moño del hospital,
llevo ni sé cuántas horas sin dormir, así que mi marido y yo decidimos pedir el
alta voluntaria e irnos por fina nuestra casa con nuestro pequeño, no les
parece muy bien porque es domingo y queda la prueba del talón por hacer, pero
como todo está bien acceden y nos dan el alta, volveremos el martes a hacer la
prueba.
Al
llegar a casa disfrutamos de nuestro pequeño, descansamos, hicimos colecho,
cambiamos pañales y dejamos de pelear constantemente por nuestros derechos.
En
fin, he vuelto a ponerme nerviosa de solo recordarlo, visto aquí todo junto me
ha parecido como dice Sabina “Qué demasiado”.
Hasta
la próxima entrada!!!