lunes, 2 de marzo de 2015

El habla a los cuatro años

Buenas tardes a tod@s:

Quiero finalizar ya el tema del habla, me quedaba pendiente hablaros o bien terminar la segunda etapa de infantil, los cuatro y cinco años, y de esta semana no pasa que lo haga, que sino voy dejando temas pendientes y esto se alarga en el tiempo.




            A los cuatro años, la experiencia del niñ@ en contextos de interacción variados y con una diversidad de personas, da lugar a un salto cualitativo en el proceso de adquisición del lenguaje. El niñ@ comprende las ventajas del lenguaje como instrumento de comunicación y las posibilidades que este ofrece para trascender el aquí y el ahora. Como sucede con toda nueva adquisición, el pequeñ@ tiene un gran interés por ejercer su nueva habilidad, desea entablar conversaciones y demuestra un gran placer por hablar. El hecho de que progresivamente vaya superando el egocentrismo y esté más capacitado para comprender razonamientos lógicos, facilita el establecimiento de diálogos y los procesos de negociación. El lenguaje comienza a anticipar y a organizar la acción. En el juego, por ejemplo, anticipa el papel que adoptará (“yo era la mamá”) o antes de ponerse a dibujar prevé que representará (“voy a dibujar un perro”).
           
Es la edad del lenguaje egocéntrico, antecesor del pensamiento interiorizado. Su función es la del pensamiento en el adulto, pero adopta la forma del lenguaje social: el niñ@ piensa en voz alta. Por eso, frente a cualquier situación que suponga un problema o represente una exigencia se observa un aumento del habla para sí.

El niñ@ no tiene mayores dificultades para comprender el discurso descontextualizado del adulto, siempre que este sea significativo para él, y en el caso de que no entienda, pregunta. Se expresa de forma descontextualizada, es capaz de explicar algo que ha sucedido sin que el interlocutor tenga que hacer grandes esfuerzos de interpretación, gracias a que, entre otras cosas, avanza en el dominio de las relaciones espacio temporales y causales. A pesar de ello, todavía tiene limitaciones para referirse a estas relaciones verbalmente (por ejemplo, suele referirse a secuencias temporales con la fórmula reiterativa de “y entonces…, y entonces…”).

Pronuncia correctamente la mayoría de los fonemas de su lengua materna. Posee un léxico amplio y bastante preciso; cuando no sabe el nombre de algo lo pregunta, así como pregunta el significado de las palabras que no comprende, utilizadas por el adulto. Comienza a usar oraciones compuestas, especialmente coordinadas, aunque estas pueden presentar problemas de concordancia. Utiliza las partículas interrogativas para preguntar, no en vano es la edad del “¿por qué?... ¿y por qué?”, que responde tanto a su curiosidad por el mundo que le rodea como a su interés por hablar. Emplea los pronombres personales con corrección. Se inicia en el uso de los modos condicional y subjuntivo, aunque confunde uno con el otro (cosa que también hacen muchos adultos). Utiliza ciertas convenciones: saluda cuando se encuentra con alguien, dice gracias o pide por favor.

Estas son las cosas más significativas, aunque hay niñ@s que lo hacen antes o más tarde, como he dicho mil veces cada niñ@ es un mundo y cada un@ tiene un ritmo totalmente distinto.


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